![]() Diana Zyan (Ciudad de México, 1993) pinta murales en donde explora la belleza de personas afrodescendientes, Su búsqueda de tema y estilo nace de una historia personal pero el resultado genera reflexiones de un tema universal. En ciudades que están viendo una y otra vez el odio y la violencia originados en la ignorancia y el racismo, sus piezas nos brindan un discurso tanto bello como necesario. Tus piezas suelen abordar figuras femeninas y de rasgos afro, destacando una belleza no tan vista en medios tradicionales. ¿Qué detona tu interés en esto? En primer lugar, la inquietud es por cuestiones de identidad y orgullo de mi familia afrodescendiente: lo hago para mostrar la belleza de nuestra raíz. En segundo, por hablar de problemáticas sociales, como el racismo o la xenofobia, y para plantear una historia cotidiana e inclusiva, eliminando las divisiones raciales que existen en nuestro entorno día con día. ¿Quiénes han sido tus modelos? ¿Te interesa, al retratarlas, dar a conocer algún aspecto de sus vidas o sus historias? En general, son familiares, y también algunas modelos colombianas, que me dan la libertad de utilizar sus fotografías para pintarlas. Lo que busco al pintarlas es mostrar la belleza que cada una de ellas tienen y normalizar la existencia de cada ser humano, con el color de piel que sea. Hoy más que nunca es relevante hablar de las diferencias, del racismo. ¿Qué poderes observas en el arte público para inspirar tolerancia? Es un medio para contar historias muy importante y por ello es difícil abordar un tema de una manera "libre", por así decirlo, ya que la publicidad bombardea de una forma brutal, el muro debe de tener el método de atraer la mirada sin que resulte invasivo, que sea todo lo contrario a la publicidad. ¿Cómo fue tu llegada al arte en calle? Durante mi tiempo en la Escuela de Iniciación Artística (EIA), en las calles de la Ciudad de México (antes D.F.), llegué a apreciar murales grandiosos de artistas que admiro mucho. La emoción que me causaron al observarlos me llevó a contar historias visuales en las calles. Un amigo me invitó a pintar en la calle y ahí descubrí que esa experiencia era totalmente nueva e incomparable, yo quería causar algo en los espectadores de los espacios públicos, así como a mí me causó impresión cada hermoso mural que aprecié en la ciudad. ¿Cómo ha sido tu experiencia para abrirte camino en un campo (arte urbano) que ha sido históricamente ocupado por hombres? Por una parte positivo y, por otra, negativo. Positivo, porque de alguna forma podría decir que como mujer tenemos privilegios, se abren muchas puertas. La negativa, es, que considero que existen grupos, colectivos o crews que se mueven entre ellos, generan trabajos solo para ellos y no hay oportunidades para personas que recién comienzan en el arte urbano, y en especial en las mujeres existe cierto rechazo, por cuestiones personales, o porque una mujer tiene mejor técnica que un hombre, y en estos casos he optado por hacer intervenciones en la vía pública organizando el hecho con únicamente mujeres, no por motivos de exclusión sino de pertenencia, de mostrar que cada mujer tiene las mismas capacidades de realizar y organizar prácticas artísticas públicas. ¿Hay algún obstáculo que has enfrentado en tu camino como artista y cómo lo has podido sobrepasar? Dedicarse a la pintura conlleva dedicar mucho tiempo, esfuerzo y paciencia, cosas que sin problema y con mucho amor lo hago, pero al tomar la decisión de tener un hijo también decidí partir en dos mis tiempos y posibilidades para desarrollar mi trabajo. Podría decir que mi hijo no es un obstáculo, ha sido mi motivación para esforzarme el doble. Y afortunadamente cuento con el apoyo de mi madre para seguir el camino. ¿Consideras que se ha formado algún tipo de sororidad entre artistas urbanas mexicanas? Sí, siento que aún estamos un poco dispersas pero considero que poco a poco habrán más muros donde las mujeres contemos una historia a nuestra manera. IG Diana Zyan: https://www.instagram.com/dianazyanya
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En 2015, una convocatoria municipal de muralismo en homenaje a José Clemente Orozco le dio a Secreto Rebollo —Christian, su nombre de pila— la primera gran oportunidad para demostrar su talento y capacidad de crear potentes obras de arte en la calle que destacan por técnica y contenido. Tlajomulco, Jalisco, ha sido el municipio que lo vio nacer como artista y es desde donde ahora él sigue impulsando un movimiento de arte urbano.
Su hermano mayor le regaló su apodo: “Secreto”, porque cuando este llegaba en la madrugada después de salir a grafitear, Christian jamás lo delató a su madre, supo guardar el secreto. “A partir de ese momento comienza él a rayarme en las calles, de vez en cuando ponía mi tag de ‘Secreto’. Forjé la identidad a través de ese nombre”, Christian me contó de sus inicios y un poco de su historia en entrevista. ¿Cómo fue tu infancia, con qué tipo de elementos visuales creciste? Crecí en un lugar conocido como el Cerro del Cuatro en Tlaquepaque, Jalisco. En ese tiempo era una zona muy marginada y ahora puedo nombrarlo algo así como un rancho contemporáneo ya que al momento de llegar a esa zona, también llegaron más familias a asentarse en ese lugar y fue entonces crecer con Nintendo pero al mismo salir y ver vacas, comprar la leche de una persona a caballo… No había alumbrado público, no había drenaje, era ese jugueteo entre tener ese acceso a un poco de tecnología de la época más ir a cazar conejos al cerro. ¿A qué edad saliste a hacer grafiti ilegal? ¿Y qué recuerdos te trae? La primera vez que salí a rayar fue a los 12 años. Ahorré dos semanas para poderme comprar un aerosol Comex. Y fue una bomba. Yo era de muy baja estatura y me llevé a dos amigos muy altos para poder hacer la bomba decente, de dos metros de altura. Y así comenzó esta carrera. Yo pertenecía a un crew de la zona que llamaba RSC. El 99 por ciento de los integrantes eran cholos, pero otro amigo y yo éramos los únicos que ya estábamos adentrándonos a ese mundo del tagger y éramos los que rayábamos el barrio. Él me empezó a invitar a exposiciones de grafiti que había en Guadalajara. Comencé a ver trabajos de varios artistas; en especial hubo uno en esa época, Apio. Y él trabajaba abstracción hace como 15 años. Su chamba era muy orgánica, con lineas, aventaba la pintura directa al muro. Y me voló la cabeza. Porque la mayoría tenía la influencia muy marcada de hacer caracteres, muy parecidos a Peque, a Humo, o unos 3D como los de Joker, o wildstyles como los de Aser7, y toda esta gente, las primeras generaciones que marcaron. Su trabajo era muy puro, muy honesto y muy libre. Y eso me quedó muy marcado, de esta persona, [me preguntaba] por qué hace eso, qué lo inspira. Eso me alentó a tratar de ser más honesto con mi diálogo, como que me cambió el chip, y alejarme de solamente poner Secreto con letras. ¿Cómo fue esa transición del grafiti a la pintura de murales? Al principio no me atrevía mucho porque había esa presión social. Había un poco de auto-represión, por así decirlo, no me permitía liberarme y crear lo yo quería. A la edad de 18 años tengo un accidente que me deja al borde entre la vida y la muerte. Por ese accidente hubo un cambio en mi cabeza. Dije: “¡Vida es una! ¿Qué hago perdiendo el tiempo?” Estaba estudiando contaduría, y dije: ¡al carajo el mundo! Voy a hacer lo que más amo. Encontré una escuela de artes plásticas en Guadalajara, donde podía estudiar el profesional medio solamente con secundaria, y a partir de ahí mi vida se fue de lleno a esto del arte. ¿Me puedes contar cómo fue eso? ¿Fue un accidente de qué tipo? Fue por problemas de pandillas. Una noche, se armó la campal. De pronto vi que una persona se acercó a mi hermano, vi que tenía un palo y corrí para defenderlo. Lo empecé a golpear y esta persona me golpeó, en ese momento vi que iba directo hacia la cara, puse la mano para detener el golpe y vi que se quedó como sacado de onda. Cuando me decidí a regresarle el golpe, comencé a descompensarme, y me vi la mano, y tenía la mano totalmente abierta. Resultó que lo que traía [él] era un machete. Aquello era una fuente, yo estaba en shock: ¿con qué me pegó? Lo vi, entonces me tiró otro y me pegó en la nuca. Comencé a moverme, unos amigos me escoltaron hasta terreno neutral, y no recuerdo mucho más. Al siguiente día ya estaba en mi casa porque no había tocado ninguna parte vital, a pesar de lo fuerte de los golpes, en la mano no tocó ningún tendón. Desde el punto místico fue un milagro ese rollo, entonces como que entendí que ya estuvo de todo esto. Aunque estaba pensando ya en salirme de todo ese rollo pero quiero verlo con filosofía; igual tenía facturas que pagar y creo que me tocó pagarlas en ese punto. A partir de ahí fue que dejé todo. Ya tenía la idea de meterme a estudiar arte. Parece simbólico que haya sido tu mano la más afectada porque en muchas de tus piezas, destaca ese elemento, las manos. ¿Qué significa para ti esta parte del cuerpo, por qué lo vemos con frecuencia en lo que pintas? Las manos, inicialmente fue por querer crear un lenguaje más universal. Con un rostro se me hacía muy directo el mensaje. Con la mirada era muy fácil de atrapar, podías encontrar el mensaje y decir lo que querías decir. Comencé con esta idea de las manos porque tanto das vida como matas con ellas. Y al mismo tiempo, no necesitas un rostro para identificarte. Pueden ser las manos de cualquiera. Sin ver la cabeza no puedes decir: son las manos del “bigotón”, o de “la güera”, “el prieto”, etc. Son una manos como las mías, las tuyas, las de cualquier persona. En tu trabajo destaca la calidad del realismo, las texturas, cómo recreas el cuerpo, las telas... y todo ello en formatos a gran escala. ¿Cómo es tu proceso, qué técnicas y materiales usas? Lo difícil es llegar a la idea. Regularmente me gusta tener un tema, para no sentirme tan egoísta. Primero pregunto: ¿necesitas que se hable de algo? Ya sea por el festival, por x o y. Si no hay nada, me gusta ver en la zona qué hay, investigar un poco, para tratar de comunicar algo más allá de alguna vivencia. Entonces para ti es importante el contexto, el lugar. Me recuerda esta pieza tuya de la mazorca en un bajo puente (Armas de construcción)… Exacto y poniendo de ejemplo ese mural, está en un lugar muy transitado porque conecta con un municipio que se llama Tlajomulco y también es una carretera que te saca a muchos pueblos y a Colima entonces todo el día hay tránsito. Alrededor hay campesinos, hay personas trabajadoras, en esa zona siempre hay gente que está viajando o llegado de trabajar. Y tienes, cuando mucho, dos segundos para captar [la atención de los espectadores]. ¿Qué puedo decir a una persona que pasa en el coche, para que pueda verlo y captarlo en dos segundos porque no puede distraerse? Saber de qué voy a hablar, ese es el proceso en el que tardo más. Al momento de tenerlo, hago un montaje del boceto en el muro, siempre tomo fotografías. Ya con ese montaje, comienzo a tener un mapeo en mi cabeza. La parte de pintarlo ya es como el 30 por ciento del trabajo. Luego modificar cosas para que se adapte al espacio. Las texturas y las líneas, trabajo 90 por ciento aerosol, 10 por ciento vinílica. Regularmente vinílica es para cuando utilizo áreas muy grandes de color. Los personajes regularmente son 100 por ciento aerosol. Parece en tu trabajo que hay varias referencias a pasajes religiosos. Cuéntame qué nociones te interesan de eso. Por el crecimiento que tuvimos la mayoría, ir a misa, la Primera Comunión, Confirmación… y cuando estaba en ese rollo del barrio conocí a personas que estaban en la dinámica de querer rescatar al cholo con la Biblia y comenzó interesarme ese rollo bíblico y simbólico. Cuando comienzo a adaptarlo a mi discurso era tomar esa escena y replicarla con lo que yo veía. No tendría el mismo sentido hablar de un cholo cargando a su hijo si no tuviera la referencia de San José. Entonces era retomar esas escenas que recordaba de lo que he leído respecto a los temas religiosos y adaptarlos o darles un sentido dentro del discurso que yo quería trabajar. Es decir, trasladar cosas que tú veías en tu generación, del mundo real, a estas metáforas de la educación religiosa… Sí, y que al mismo tiempo fuera un poco más entendible, en el contexto que veo en la gente que hay aquí en Guadalajara por ejemplo, que es muy muy religiosa. Pongo de ejemplo un cuadro que hice donde se ven unas manos con un rosario. Ahí yo quería hablar del dolor, de un dolor que la gente oculta. El misterio que está hablando es La Corona de espinas. Las manos están rezando el rosario pero por detrás. Es como una manera de ocultar tu fe, tu creencia y al mismo tiempo tu dolor, pero no deja de estar eso ahí latente. Es la manera en que lo puedo transmitir o decir yo, la manera honesta o con la que me siento con derecho de poderlo transcribir. Trato de ser lo más honesto que puedo dentro del discurso. ¿Te interesa que la gente perciba emociones o cambiarle las ideas? Fue más fácil hacer las paces con el corazón que con la cabeza entonces es difícil crear obras intelectuales porque no puedo encajar todavía bien las piezas en mi cabeza; para mí es más fácil poder darlo con algo sensitivo y poder amarrarlo con algo estético para que tenga ese impacto que quiero. Al final que el puente sea más perceptivo y sensitivo y dejo a cuenta gotas un mensaje. Simplemente: te entiendo y me entiendes. Ese es el puente: entendernos. ¿Hay una pieza que crees que te haya marcado o dejado una mayor satisfacción? Creo que uno de los más importantes fue el muro que trabajé para el festival Cromática. Como buen provinciano ir a pintar allá [Ciudad de México] es como un gran logro y más un edificio dentro del centro histórico. En un principio la temática que se me había pedido era Infancia. Me quebré un poco la cabeza hasta que encontré esto de La Madonna. Empecé a ver obras de muchos artistas, de Madonna, y se me hizo curioso porque todas las obras tenían al Niño Dios así como por otro lado, siempre así como muy suelto, en su postura de Dios. Y la madre como muy despreocupada, en su rollo y como muy separados. Y fue algo que me brincó mucho. Pensé: como madre, y si tienes la percepción de que es el hijo de Dios, ¿por qué no lo proteges? ¿por que no lo cobijas? Entonces decidí trabajar una Madonna pero una Madonna que yo creo que es real, desde mi punto de vista. Yo veo que una madre protege a su hijo, por eso trabajé con las manos así protegiéndolo y el niño pegado al pecho. Para mí, eso sí es una Madonna, realmente es una madre con su hijo. Y fue algo que me emocionó mucho porque pude decir algo que quise sin distanciarme del tema. Y con la línea que venía manejando, esta producción que llamo “Creencias”. Fue muy satisfactorio y muy nutriente para mí. Composiciones con mucho colorido y onda tropical, donde aparecen personajes femeninos de fisonomía latina, sensuales y seguras de sí mismas, es lo que propone como su sello la artista mexicana Eva Bracamontes. A sus 25 años, y poco más de cuatro de haber empezado a pintar en gran formato en la calle, ha realizado murales en distintas ciudades que ya se incluyen entre los favoritos del mundo en algunas selecciones de 2017 (como el listado de 10 mejores artistas de All City Canvas y esta selección de lo mejor del 2017 de I support Street Art).
Eva nació en Veracruz (1992) y reside en la Ciudad de México. Sus padres son arqueólogos y desde pequeña los viajes por México y a otros países han sido un aspecto que marcó su vida. “Al estar viajando, mis papás me han inculcaron ese amor por mi país, por las tradiciones, la cultura, la raíz. ¿Por qué tomar otra cosa cuando es tan maravillosa nuestra cultura? Y creo que a nivel gráfico se puede explotar bastante”, dice la artista. Entre todos los conceptos que rodean a este movimiento de arte callejero, a Eva le gusta describirse como “ilustradora en las calles” y confiesa que se siente tímida aún para considerarse muralista, por el peso histórico que tuvo el movimiento artístico del siglo pasado y las diferencias en técnicas y objetivos. Eva estudió diseño y comunicación visual en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM (antes, ENAP) y se especializó en ilustración. Posteriormente estudió una maestría enfocada al tema de intervención en el entorno. “Fue un proceso de investigación que me resultó importante considerarlo cuando uno está haciendo un trabajo de campo, como estar interviniendo en el espacio público. Al inicio, veía el grafiti muy diferente a como lo pienso ahora. Era salir y pintar y ya. Ese ego personal. Pero me fui dando cuenta de que hay un proceso, una investigación de campo, un análisis del espacio. No es como estar encerrado en tu casa pintando un cuadro porque afuera te encuentras con gente de todo tipo, con culturas diferentes. Esas cosas me han hecho reflexionar dónde estoy parada y por qué lo estoy haciendo y para qué.” En los proyectos y festivales donde ha participado (Ciudad Mural de Colectivo Tomate, Festival Inspire en Canadá o el festival Nosotras estamos en la calle de Perú, por ejemplo), ha dedicado buena parte del tiempo de su proceso a estudiar al entorno, las personas y situaciones en donde pinta. “Me gusta generar vínculos o, más que trabajar en proyectos sociales, ha sido más bien aprender a vincularme con las personas. Hacerlas partícipes de mi trabajo, que se sientan parte del muro y se apropien de él.” Y reflexiona: “Tampoco es que nos la juguemos como Superman, y querer cambiar el mundo con el arte pero sí creo que puede mejorar esos espacios”. En sus obras, suele pintar mujeres de rasgos mayormente latinos, o que se identifique con la población local según el lugar donde pinte. Los personajes suelen delinearse con siluetas voluptuosas. Las chicas de sus murales se presentan y toman la calle con actitud coqueta, seguras de sí mismas, orgullosas de su físico y sin miedo a que las miren. “Mostrar esa sensualidad en la mujer pero no como en estereotipos, son chicas muy seguras”, explica Eva. “Empecé a pintar esa cuestión femenina porque soy mujer. Porque te levantas, te miras en el espejo, te observas, te analizas. Pero también te das cuenta en donde estás ubicado en tiempo, en espacio. Como mujer, ¿cómo me enfrento a esa situación? Cuando llegas a una comunidad te das cuenta de las problemáticas que tienen las chicas. No nada más mujeres adolescentes sino mamás, niñas, abuelitas”. Y agrega: “En cada ciudad que he ido, me he encontrado con problemáticas de género. Y me pareció importante decirle a una mujer: ¡empodérate!”. Sus obras proponen escenas de mucho color, con elementos de naturaleza y referencias a la cultura local. Eva dice: “¿Por qué seguir mostrando una parte dura, cuando de por sí todos los días vemos noticias de sangre, de muerte, de cuestiones dolorosas, a nivel nacional y mundial. Si sigo haciendo más grande, en cuestión gráfica, esa situación, lo único que hago es dar más basura. Tengo que pintar una gráfica más colorida, que cuando la veas, por lo menos te alegre un rato, te empodere a ti como mujer, que veas que eres poderosa, que puedes hacer cosas”. Con esa misma seguridad que derrocha su trabajo, la artista ha ido conquistando espacios y paredes por el mundo. En 2017 participó en un Encuentro Internacional de Muralismo y Arte Público en Sudáfrica, un lugar que soñaba visitar. La experiencia, sin embargo, no fue del todo fácil. La ciudad de Limpopo en donde se encontraba vivió una serie de protestas y cierre de caminos mientras intentaban llevar a cabo el evento de arte urbano. “Estábamos encerrados ahí, en un área pequeñita, diez artistas latinoamericanos esperando a ver qué pasaba, sin noticias, sin internet. Me tocó pintar ese muro, pintando como podíamos”, cuenta. Luego de terminar su mural, consiguió ayuda de la embajada mexicana para salir y viajar a otras ciudades de Sudáfrica. Sobre ese viaje por el continente africano, Eva compartió en su cuenta de Instagram: “Al final mi trabajo me lleva a sitios maravillosos. He pasado tres meses muy duros en donde por instantes mis piernas y mi corazón flaquean y luego estoy ahí diciendo: yo nada me puede detener, quiero seguir con la misma energía que ayer. Luego estoy ahí frente a un muro con una lata y un montón de colores, olvido todo y me dejo llevar entre la frescura del aire, las personas y la sensación perfecta de cuando pintas”. *Entrevista exclusiva de Cynthia Arvide publicada en el portal MURO Street Art en 2018. Diana Barbancho, artista visual que firma sus piezas como Diana Bama, nació en Valencia, España y se mudó a México en 2014 al recibir una Beca Estancia para Creación Artística del gobierno de México. En la UNAM cursó una maestría de artes visuales con especialidad en dibujo. Pero el dibujo también lo ha trasladado hasta la pared. “Siempre había tenido interés en la parte del mural, en pintar o trabajar en el espacio público. Aquí [en México] ha sido donde he podido desarrollar casi toda la parte de mural”, comenta.
Algunas de las palabras clave que podrían describir la obra de esta artista son: ecofeminismo, animalismo, naturaleza, veganismo y feminismo. En especial hay un hilo conductor que es la representación de la mujer y tratar de romper un poco con los modelos de belleza y de feminidad habituales. “Al principio ocupaba unos personajes femeninos que representaban a la mujer. Pero empecé a darme cuenta de que estaba representando a una mujer desnuda. Mi interés era romper ese canon de belleza. Pero me di cuenta de que con eso también estaba representando a la mujer como siempre se había estado representando en los museos: siempre estamos desnudas y expuestas. Entonces esa parte no me latió tanto y entonces decidí buscar otros elementos que dejaran expresar de lo que yo quería hablar, que tiene que ver con una teoría que es ecofeminista*”. “Hay muchos tipos de ecofeminismo, el vínculo que tienen en común sería relacionar a la mujer con la naturaleza. Pero la parte que yo quiero resaltar, o el tipo de ecofeminismo del que quiero hablar es esta parte que relaciona a la mujer, tanto el cuerpo como el papel o rol que tiene que cumplir la mujer, con la explotación del animal. Como que las dos responden al mismo tipo de intereses que son económicos, intereses de poderes”, explica Diana y agrega: “la idea es, a través de juegos de palabras, de metáforas, buscar que en algunas imágenes se trabaje a lo mejor más una parte más feminista, y en otras, más animalista pero, la idea es vincular estas dos ideas”. A través de sus dibujos y murales, Diana Bama expresa ideas alrededor de la opresión de seres que en la sociedad se han considerado como los débiles, sean mujeres o, en ocasiones, conejos, por ejemplo. Al mismo tiempo, sus obras buscan empoderar a estos personajes. Los conejos, o más precisamente las conejas, han ocupado el personaje central de sus piezas. Este animal que está asociado con ideas de fertilidad, procreación y prosperidad. ¿Por qué eligió Diana Bama este animal? “Hubo varias cosas; por ejemplo, en España a la vulva, la vagina, se le dice conejo. Aunque es un poco despectivo. Pero también anatómicamente siento que [el conejo] funciona mucho porque tiene un cuerpito que es muy maleable. Luego, las características del animal, lo veo como ágil, avispado, tranquilo pero como que sabe resolverse y salir de situaciones complicadas”. Diana hace comentarios puntuales acerca de situaciones y problemáticas sociales como la violencia, el feminicidio, la sororidad, el machismo. También pone sobre la mesa nociones de corporalidad y erotismo. “Cosas que no tienen sentido de la sociedad machista y especista en la que vivimos. Intento poner mi granito de arena, aunque no me gusta mucho aleccionar. Aunque sí considero mi trabajo político, no quiero que sea muy aleccionador. Me interesa visibilizar, que la gente se cuestione, que a lo mejor lo vea y diga: ay, pero tiene chichis, pero qué es… y que cada quien saque su conclusión". En 2017 Diana Bama participó en el proyecto Central de Muros, una serie de murales en la Central de Abasto de la Ciudad de México organizado por el colectivo We Do Things para mejorar este espacio. Su mural se titula “Zanagloria”, y en él se observa una coneja rodeada de algunas zanahorias. Sobre esta pieza, la más grande en dimensiones que ha realizado hasta ahora (20 x 6 m), cuenta: “Intenté buscar una idea que relacionara lo que yo estoy trabajando y que tuviera un elemento que hiciera referencia a las frutas y verduras, todo hizo clic… a los conejos, ¿qué les gusta? ¡Pues las zanahorias! Y entonces me imaginé la zanahoria como dildo. Dije: voy a hacer una coneja gigante y que se esté masturbando con las zanahorias. Pero…. Tuve que ser sutil. Porque al final, si lo quitan, pues genera polémica al momento pero luego desaparece así que dije, voy a ser menos directa. Al final lo veía tan sutil que casi ya ni se entiende. Pero a mí lo que me sorprendió es que la gente se espantara tanto porque tiene vagina y chichis". En varias de sus ilustraciones y dibujos hay una noción de levantar la piel y ver qué hay por dentro, ver los órganos, observar la parte natural, orgánica, la biología. “Mi intención era generar personajes femeninos que rompieran esos cánones. Justo me di cuenta, te cuento que las mostraba desnudas, entonces como que las seguía exponiendo. Y por otro lado, la mayoría de veces que se ven en graffiti, están como hipersexualizadas, con las chichis hasta el cuello, o con cinturitas, con culos perfectos, redondos. Son esas cosas que digo: ¡chale! Si tenemos la posibilidad de poner algo en la calle, de insertarte en el subconsciente, que inesperadamente te encuentres algo, para mí está más chido que no sea algo ya establecido. Que rompa un poco ese canon o esa forma de entender de la belleza". Diana Bama ha pintado obras en espacio público en la Ciudad de México, Puebla, Estado de México, Oaxaca, Querétaro, Baja California, Sinaloa, entre otras, y ha participado en el proyecto de Hidroarte, arte alrededor de instalaciones del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX). Respecto a pintar en la calle, y la responsabilidad que conlleva, dice: “Tú vas a un sitio, pintas durante una semana y al final te vas, estás modificando el espacio que están habitando otras personas, entonces tienes la responsabilidad de que hay gente que va a convivir con tu trabajo, va a convivir con esa imagen que tú vas a dejar. “Para mí, la idea de hacerlo en la calle es por varios motivos. Uno que es el más tradicional o clásico que es, que el arte no solo forme parte de galerías y de espacios privados, o a los que no tiene acceso todo el público. Por otro lado siento también que se contextualiza en la calle, como que necesita de ella para que acabe de tener sentido. Si yo estoy haciendo unas imágenes que tienen una crítica social, que tienen que ver con esto que contábamos del feminismo y la parte animalista, esto de acoso, de la cosificación del cuerpo de la mujer que se da en la calle, entonces siento que la calle aquí en Mexico es un lugar de convivencia muy grande. La calle es el lugar más idóneo donde mostrar mi trabajo”. *Mary Mellor, profesora inglesa de sociología, define ecofeminismo como "un movimiento que ve una conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres. Emergió a mediados de los años 70 junto a la segunda ola del feminismo y el movimiento verde”. Entrevista por Cynthia Arvide. |
Cynthia ArvidePeriodista de arte y cultura en Ciudad de México. ArchivosCategorías |